sábado, 17 de octubre de 2009

filos.

Yo estuve ahí, sobre el puente de la soledad
mirando fijamente el ir y venir de la avenida de la vida
llena de autos con personaa que se dirijen a la muerte
y no les molesta en lo más mínimo que los observe.

Y puedo adimitir que yo viaje velozmente por ahí,
por la avenida transcurrida, iluminada y sin semáforos
aquella que en vida me parecía noche interminable
y en mi paradójica muerte pasado injustificable.


Y en carros rojos viajan escuchando cánticos angelicales
los enamorados, en automático, tomados de la mano,
y en los autos grandes las felices familias sonrientes,
y en las motocicletas, los hombres solitarios
que seguramente, como yo, observaran a los demas al estar muertos.

Este teléfono se ha cansado de esperar y se suicida,
este corazón se ha cansado de palpitar y se oxida,
la mirada ya fija sólo se moja con la lluvia,
y la mente en el constante devenir del entorno.

No hay nada que la muerte enclaustrada en mi cecera,
dejar de observar y subir de nuevo a mi motocicleta
y antes de llegar el final tomar un atajo para hacer más,
y vivir, lo que no ha vivido cualquiera.