jueves, 5 de marzo de 2009

Has cambiado.

Has cambiado, si, es definitivo.

Ahora te leo en el rincon de mi cuarto,
observo tu letra, tus dibujos.

Cartas cursis que celosamente he guardado
ahora las puse dentro de esta sábana
para fumarlas, y dormir con ellas,
mañana sólo polvo en el cenicero
y un fuerte dolor de garganta.

Noche, calida como tus brazos
antes de mi cuerpo,
ahora de la eterna desesperación
que te acompaña.

Libertad le llamas a esa mascara
que traes puesta y pones a la luz
tus ojos falsos, cambiantes y falsos.

La amargura de mi paladar te aclama
y se da cuenta de que esto sólo es
el espasmo de aquella muerte pronunciada,
que una noche, en un contrato
fue firmada y sellada con
la sangre de nuestros labios.

Has cambiado, tu mirada de pequeña
ahora dice que eres grande
y que tu nombre has cambiado
y tu pensamiento, y tu corazón infante.

Ahora conoces el amor, el amor
comprado con aquello que jamás pude darte,
disfrutalo, disfruta las joyas, el cine, el arte vulgar.
Y desprecia estas tus letras
que jamás, prometo, habrás de conocer
por ser tuyas, ni por de nadie.

Has cambiado, la muerte te sienta bien,
y también el collar de perlas
sobre tus senos derramado
por las manos de aquel burgues enagenado.

Por ahora sólo fue el aroma de las
letras que alguna vez plasmate,
lo que menciono
al verdadero amor que iba llegando
cuando tú partiste y ahora vive en mi,
no creas que te escribo porque aún te quiero
fue simplemente por gusto,
porque me acorde de ti.